miércoles, 7 de octubre de 2015

La mujer mariposa



Quería ser mariposa. Las dibujaba sobre su piel, maquillaba su rostro con la seda de sus alas coloridas.

Las llevaba vivas en su mano, en su ropa y en su larga cabellera color miel. Alimentaba sus gusanos, también usaba crisálidas, colgando como pendientes, joyas de la naturaleza en sus orejas, hasta que emergían vigorosas para revolotear en el mundo pequeño de sus fantasías e imaginación.

La muerte le habló al oído una tarde de febrero sin lograr sorprenderla. Como las dulces mariposas, sabía que los sueños no durarían para siempre...Que el final no era el final, sino el comienzo de un ciclo vital, programado en su mente. Sabía también que nada le impediría realizarlo. Imposible sentir temor...Si las frágiles mariposas morían resignadas y plenas, ella partiría con el mismo sentimiento, muy a pesar de la cruel realidad.

Ya en el ataúd, nadie intentó quitar los insectos de su cuerpo. Volaban por entre las flores, la angustia de las personas y regresaban para posarse sobre ella. Pálido rostro de porcelana, rodeado de encajes bordados a mano.

Una vez cerrada la caja mortuoria, con todas sus mariposas dentro, el cortejo atravesó la aldea hacia el destino definitivo. Ya bajo tierra, un mar de jazmines fueron arrojados sobre el montículo fresco y húmedo que sostenía una provisoria cruz de madera.

La primer persona en visualizar el milagro, fue el viejo sepulturero encargado de mantener aquella tumba en buen estado. Vaya si era sorprendente ver como de entre la tierra reseca, resurgían una a una, bellas mariposas en incesante continuidad. Y no se trató de un evento de escasos días...Aun hoy, a 8 años de su muerte, las hermosas criaturas aladas, continúan naciendo desde las entrañas de la tierra.
Ella quería ser mariposa...Y lo ha logrado.


De: Rita Mercedes Chio
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Argentina