Hijos de Dios todos…Los sentires, los humanos, la carne, el alma, los vientos, la nieve, la flor que amanece entre tus besos. El llanto del hambre, los cristales conteniendo el champagne de una promesa, el orgasmo de los jazmines de tu jardín, preñado de aromas inalcanzables.
La desnudez de la fuente, que chorrea sonidos de manantiales, como mis propias venas, abiertas de amor ante una simple mirada en el espejo de tus ojos.
Amaos los unos a los otros! Pero cuantas veces he muerto en las cruzadas que enarbolaban cruces humanas, sedientas de almas diferentes?
Amaos los unos a los otros! por siglos en mis oídos. Hasta que el ronquido de la metralla, despertó con una mera orden y ahora, quién despierta los muertos de amor, de terror, de locura o de fe?
Amo y odio.
Ambos sentimientos se entrelazan en una erótica danza que usa mi cuerpo como escenario. A veces, a sala llena, otras, solo para mi.
Y tu…y tu siempre dispuesto a compartir el ADN del placer entre mis brazos. Ramas que se abren como cuando las azota la furia de una tormenta de pecados. Hombre, mujer, hijos del Padre, con permiso para gozar, sufrir y volver a gozar.
Y la rosa se enamora de otra rosa, los lirios se buscan entre sí... Será porque no tienen que parir desengaños?
Como la vida y la muerte, juntas de la mano, hermanadas, las penas que nos regalamos a diario, vuelven a besarse en secreto, como en un cotidiano incesto.
Rita Mercedes Chio
D. Reservados